Bitácora sin Argumento.

7:00 p.m. – Se despertó después de dormir durante más de dos horas, desperdiciando la belleza de tarde que le ofrecía un sol como no lo veía hace muchos días. La boca seca, las manos y los pies encalambrados, el cuarto ardía y estaba oscuro. Afuera se escuchaban los murmullos de su gente, correteando de un lado para otro. El tiempo sólo se había detenido para ella.

8:00 p.m. – El sol concentrado de la tarde del sábado y el frío de la madrugada del domingo habían hecho sus estragos. El dolor de cabeza era agotador y todo quería en la vida, menos pensar. Con el portátil en las piernas, la batería a medio cargar y sin nada realmente importante para hacer, se dedicó a recrear los momentos vividos la noche anterior, gracias a las fotos y videos que sus amigos habían puesto en la Internet.

9:00 p.m. – Esperando lo inesperado, lo que nunca llegaría, se dedicó a hacer unas cuantas consultas técnicas sobre el estado de la memoria de su computador y se entendió por fin el concepto de “computador personal”. Se levantó para tomar colada con tostaditas y sin terminar, se llevó el pocillo de regreso al cuarto.

10:00 p.m. – Se sentó a escribir un trascendental relato, a charlar con su mejor amigo y a ver una película en el canal de niños, mientras discutía con su hermano por no dedicar tiempo a sus banalidades. Cuando éste al fin se quedó dormido, puedo leer y releer una y otra vez el escrito, afinando detalles.

12:00 a.m. – Su mejor amigo se fue a dormir, la batería del equipo estaba a punto de morir, así que terminó desconectando el reloj despertador de los números gigantes y utilizó el espacio para le cargador. Mientras seguía escribiendo y revisando lo escrito, las piernas se le calentaban y el ambiente también. Era casi la una y ya le estaba empezando a dar hambre otra vez.

1:50 a.m. – Decidió que el escrito ya estaba completo y solo quedarían unas cuantas cosas por afinar. Pero ya no se sentía muy bien físicamente. A pesar de haber dormido por la tarde, sentía un peso en los hombros que sólo pudo interpretar como estrés. Se auto envió el escrito a su correo personal y tuvo que sacar el portátil de la habitación porque el calor era sofocante. No tenía ganas de buscar comida, realmente.

2:20 a.m. – Con los ojos pegados al techo, a pesar del sueño, escuchaba cómo la lluvia golpeaba contra las tejas del patio del segundo piso, justo al lado de la ventana. La almohada caliente, las cobijas calientes, los pensamientos calientes, pero no en esa forma que es incluso agradable, sino calientes de forma literal. La lluvia y el bochorno son mala combinación; con los ojitos anegados, le costaba respirar.

2:45 a.m. – Con las manos en la cabeza y sentada frente al reloj de números gigantes, el cual conectó justo cuando salió con el portátil, la luz roja era tan simple que producía sueño, pero al parecer no era el efecto que lograba en ella. Esto no podía ser bueno ni tener un final feliz; llegó el momento de replantear.

3:30 a.m. – Pesadillas. Entre los brincos de su hermano aún dormido y las vueltas que daba a la cama en duerme vela, sentía que el mundo entero le pesaba y los malos sueños estuvieron a la orden de... ¿la noche? O.o. Primero estaba con sus amigos en una reunión, pero luego estaba sola y colgaba de unas redes por las cuales tenía que moverse, prendida de las paredes en un lugar gótico muy extraño, donde la gente le temía, pero ella les temía más. Todos vestían de negro y la miraban con sorpresa mientras se deslizaba sobre sus cabezas. Luego entonces, vivía con su mamá y su hermano en una especie de bar y todo era como un laberinto donde no conocía a nadie pero sentía que alguien la vigilaba.

4:00 a.m. – Cansado al parecer de brincar dormido, su hermano la despierta cuando se da cuenta en el sueño de que le han robado todo en su extraña casa-bar, así que agradece indirectamente y lo ayuda a cobijarse pues el pobre está muerto del frío. El ambiente sigue ardiendo y ella se sienta a borde de la cama... no puede respirar y ahora siente que va a vomitar en cualquier momento. Se recuesta de nuevo, cierra los ojos con fuerza y de cada uno le brota una lágrima. Las retira y trata de dormir.

6:00 a.m. – Los gritos de su papá, pretendiendo que su hermano se apresure a tomar el baño, acaban con cualquier rezago de paz. Con los ojitos pegados aún, se niega a creer que el tiempo se le haya acabado y que se sienta más cansada que cuando se acostó. El agujero en el pecho sigue ahí, pero ya puede respirar mejor. Es un nuevo día y puede permitirse cualquier cosa... menos flaquear o desfallecer.

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