Marionetas de mi imaginación

Si te rogara que volvieras, ¿lo harías?; me pregunto si escucharías el acompasado ritmo que mi respiración ha tomado desde que dejó de tener razones para existir y para estar ahí, en ese ahuecado lugar que me dejaste en medio del pecho.

Un día me imaginé que diciéndote cuánta falta llegarías a hacerme, lo entenderías como lo entiendo yo y verías quizás la vida desde mis ojos, pero no fue así. Yo en cambio, no contenta con ver la vida desde tus ojos, los convertí en el centro de mi ciclo vital; qué manera más absurda de perder el tiempo, ¿verdad? Si es que ahora se me quedan cortas las palabras y el silencio se ha convertido en la compañía agónica de alguien con el corazón ciego y las promesas en pedazos, esparcidas por todas partes, prendidas de las paredes que solías pintar con tu sonrisa infinita y el misterioso encanto de tus palabras equívocas.

Lamento tanto no poder callar ni haber aprendido jamás a ponerle disciplina a ese alter ego irracional que insiste como un tonto en ponerle trampas al destino para verte sin que lo notes, para escuchar tu voz en un teléfono sin retorno o para engañar a la almohada con un aroma que no es el tuyo y jamás lo será. Pobrecita ella… mi alter, claro, y pobrecita yo que tengo que cargar con ella y con el peso de tu huída, con el sudor de mis pesadillas, con las preguntas más morbosas que inocentes de quienes creen saber lo que pasó y sin embargo, se mueren de ganas por obtener mi versión, una versión que al fin de cuentas te favorece gracias a mi pericia innata para convertir el más negro de los cuentos en una colorida narración de mariposas bajo el brillante sol. Ya lo sabes amor, marionetas de mi imaginación, tan carentes de alma como yo de ti.

Quizás te han contado esta historia antes, quizás te han dicho que nunca pregunto por ti aunque se note a kilómetros mi curiosidad, o que me sudan las manos cada vez que alguien te menciona. Que la vida me trata bien y hasta he descubierto que en los breves instantes que no estoy invirtiendo de manera inútil en auto convencerme de que no estás y no estarás más, soy más productiva y eficiente. Si nadie te lo ha dicho, te lo digo yo sin temor a represalias, pues te conozco y sé que el contenido de estos cuatro párrafos es irrelevante para ti; pero vuelvo al inicio, intento de nuevo y me pregunto otra vez… si te rogara que volvieras, ¿lo harías?

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