Sinsentido No. 1

Hoy te vi. Pensé que había agotado para siempre el sagrado recurso de la casualidad, pero no fue así, porque te vi. Sonreíste al verme, y sonreí. Con tu eterna expresión de salvador del mundo, me perdí en divagaciones sobre el mundo que construí junto a ti. Así soy yo, lo lamento, transcendental y curiosa, un poco frívola si quieres, volátil, egoísta de todos modos, siempre pensando en mí, en mí y en lo profundamente feliz que sería a tu lado. Utopía de las buenas, epifanía de mi inconciencia.

Hoy te vi, aunque pensé que no lo haría, como todos los días. Tal vez te vea más tarde y te escriba una poesía. Éste no es más que  el relato de mis ganas, el grito ahogado de un miedo viejo, el susurro de los anhelos. Me pregunto sin tendrás alguna idea de este vaso de agua en el cual he empezado a ahogarme, si lo verás en mis ojos que se anegan cuando te miran, si la casualidad es un mito. Me pregunto si tras la máscara de indiferencia que te cobija hay un hombre diferente, capaz de enredarme con una sonrisa,  una palabra amable, un gesto que me distraiga del letargo auto impuesto por mis temores y las experiencias negativas de mi pasado.

¡Cómo me gustaría saber que no estoy fallando! Pero no te asustes, ya es costumbre, no es la primera vez que pasa. Le pido a Dios que antes de seguir nadando contra la corriente me brinde una señal, una concreta, sincera, contundente y certera señal que me ate a ti, o me arranque del todo estas horribles y desesperadas ganas de verte otra vez. Por última vez.

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